CRISTINA PUTA
Mediados de los años setenta.
Nos disponíamos a partir a la playa de vacaciones. Mis padres, hermanos, la abuela y hasta la bisabuela, todos metidos en un Seat 124.
El problema siempre antes de salir es que la bisabuela se negaba a subirse al coche para hacer viajes largos. Este trayecto era desde Madrid a Alicante, así que había que inventar algo para conseguir que la anciana se montara.
A mi abuela se le ocurrió decirle que salíamos a tomar café y la bisabuela accedió a subir al 124 sin protestar.
Imaginen, antes de los tiempos del aire acondicionado, en pleno agosto, de día, el trayecto de Madrid a Alicante, cuando no existían aún las autovías.
El caso es que la bisabuela no protestaba, raro en ella, con lo poco que le gusta subirse al coche.
Al fin el cansancio vence a mi padre, que conduce, y dice que pararemos a tomar un café.
Lo hacemos en Albacete, en un bar de carretera.
La bisabuela se baja del coche al fin y dice:
—¡Me cago en Cristina puta! ¿Y hasta aquí hemos venido para tomar café? ¡Coño, pues ni que el café fuera de oro!
Nos disponíamos a partir a la playa de vacaciones. Mis padres, hermanos, la abuela y hasta la bisabuela, todos metidos en un Seat 124.
El problema siempre antes de salir es que la bisabuela se negaba a subirse al coche para hacer viajes largos. Este trayecto era desde Madrid a Alicante, así que había que inventar algo para conseguir que la anciana se montara.
A mi abuela se le ocurrió decirle que salíamos a tomar café y la bisabuela accedió a subir al 124 sin protestar.
Imaginen, antes de los tiempos del aire acondicionado, en pleno agosto, de día, el trayecto de Madrid a Alicante, cuando no existían aún las autovías.
El caso es que la bisabuela no protestaba, raro en ella, con lo poco que le gusta subirse al coche.
Al fin el cansancio vence a mi padre, que conduce, y dice que pararemos a tomar un café.
Lo hacemos en Albacete, en un bar de carretera.
La bisabuela se baja del coche al fin y dice:
—¡Me cago en Cristina puta! ¿Y hasta aquí hemos venido para tomar café? ¡Coño, pues ni que el café fuera de oro!
Comentarios
Ésa frase la usaba mi madre, y hasta yo
Pobre Cristina, cuántas cagadas lleva!