ÁTITUPEDOJAPOTRES

El Estado se iba debilitando, desmoronándose, tras varios decenios de gobierno de La Derecha.
Llegó el momento en el que la Real Academia de la Lengua estaba a punto de entregarse al patrocinio de editoriales y revistas, al igual que meses atrás, habían sucumbido instituciones como la Academia de Cine, que ahora entregaba los premios
'Fotogramas-Digital +' en vez de los clásicos 'Goya' de toda la vida, y cuyos académicos lucían en sus esmóquines chapas de sus patrocinados en lugar de mensajes con contenido político, como ocurriera unos años atrás con el 'No a la guerra'.
Pero un buen día apareció por la Real Academia un tipo con una insólita propuesta: comprar la palabra 'sí'.
Era una importantísima oferta. La cifra, aún en euros, mareaba. Así que los académicos, para garantizar su futuro y en cierto modo también por vengarse del gobierno, decidieron acceder.
El contrato especificaba que cada vez que se usase esa palabra (sí) debería ser indemnizado el comprador de la misma con la cantidad de un euro. Dicho de otro modo: quien quisiera decir 'sí' tenía que apoquinar su eurete, vaya.
El gobierno, molesto, intentó detener esta reforma, alegando 'el interés general'. De hecho llegó a estar paralizado el tema, pero los abogados dijeron a los académicos que bastaba con que designasen otra palabra que en lo sucesivo equivaldría al actual 'sí' para que la operación siguiese adelante. Y eso hicieron, consultaron al comprador y éste accedió al trato, pero él propondría la palabra sustituta: 'atitupedojapotres'.
En todas las televisiones salió el joven ministro Alvarito Cascotes, alias 'Pit Bull', despotricando contra la argucia de los abogados, ya que la nueva palabra para expresar el 'sí' era tan larga y extraña que disuadiría de su uso a cualquiera. Pero el juego de la política es maquiavélico y la oposición aprovechó para echar leña al fuego: ya harían cualquier cosa para desalojar a La Derecha del poder.
Así que el gobierno tuvo que tragar con la medida de la Real Academia. Una vez ocurrido esto y ante las protestas generales de la ciudadanía la oposición decidió crear una clandestina 'Academia Republicana de la Lengua', presidida por un tal Pareja, de Cuenca.
Pero sin el marchamo de la oficialidad, la bienintencionada
institución neonata no tuvo poder para restituir el 'sí' libre de
pago.
A todo esto no crean que la gente pagó por el sí. El pueblo se buscó mil caminos de huida para evitar tan absurdo pago, pese a las brutales persecuciones de los nuevos inquisidores de la SGAE, cuyos instrumentos de prueba y métodos ejecutivos fueron
declarados anticonstitucionales en varias sentencias. Unos usaban el inglés 'yes', otros el francés 'oui', otros se limitaban a asentir con la cabeza en silencio, etc.
Cierto que dejó se usarse el 'sí' en público, pero en la calle tardó en imponerse el sustituto 'atitupedojapotres'.
Aunque ya se sabe cómo funcionan estas cosas: al principio muchas protestas y tal, pero acabamos tragando: se fue oficializando su uso, las editoriales infantiles aprovecharon para renovar su parque de libros de texto introduciendo el 'atitupedojapotres', término que a los niños les encantaba porque en su interior contenía la palabra 'pedo'.
Muchos acortaron la palabra a 'atitu', lo cual estuvo a punto de imponerse, hasta que la Academia hizo una nueva reforma, ya que el comprador de los derechos en exclusiva del 'sí' alegaba que había comprado la palabra con y sin acento, o sea, que el condicional
'si' también le pertenecía, lo cual obligó a la academia a hacer una distinción entre el 'atitupedojapotres' afirmativo y el condicional.
Se resolvió esto del siguiente modo, el atitupedojapotres afirmativo llevaría tilde, no así el condicional. ¿Dónde llevaría el acento? Pues en un principio se pensó hacerla aguda, esto es 'atitupedojapotrés', pero esta palabra resultaba algo cacofónica, sonaba como a cierta marca de chicles. Llana no podía ser, porque en ese caso la tilde no vendría a cuento, así que se decidió hacerla esdrújula, pero se pensó que el sonido 'atitupedojápotres' resultaría complicado y la gente se haría un lío sobre si debía llevar acento o no, así que para quitarse de rollos la academia la hizo esdrujulísima, o sea: el acento recaería sobra la primera 'a'.
Pronuncien, prueben a pronunciar: 'átitupedojapotres'. A mí me
gustaba, me sentía como un indígena de alguna geografía tropical
cuando la pronunciaba.
Las editoriales afectadas hicieron la oportuna revisión y se
forraron vendiendo nuevos libros de texto en el segundo trimestre
del curso.

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